En eso andamos los venezolanos

José León D’Alessandro. jrleonda@gmail.com

«Nosotros ponemos el hambre para que coman los otros». El coronel no tiene quien le escriba. Gabriel García Márquez. 1961.

Por donde se la mire, Venezuela se ha convertido en un cuartel. Los coroneles pueblan todos los escenarios formando largas e interminables filas y la vida social en cualquier sentido se remite al discurso castrense refrendado por la huella de la bota, único ente con derecho a pensar; luego existe. ¡Y de qué manera!

En eso andamos los venezolanos. Poniendo la vergüenza como el más devaluado de nuestros signos morales para que la pisoteen los otros.

Cómo explicar tanta abulia y conformidad. Quizás la respuesta nos la ofrece la gasolina. Pués sí, quién lo diría. Las enormes filas de vehículos muestran de manera inequívoca el nivel de división de nuestra sociedad. Alienación más que conformismo; patética realidad. Eso somos.

Comer de la basura dejó de ser noticia, como antes «la tumba», el piso 10 y el concejal; los guerreros de la Francisco Fajardo, o los incontables perdigones en el rostro de Geraldine Moreno como premonición del coronavirus saturado de espículas asesinas. O la sonrisa de Bassil Da Costa estampada en la esquina de Tracabordo. Más reciente la masacre de El Junquito, émulo siniestro del My lai vietnamita y tantas más aberraciones por toda la geografía.

Otro gallo cantaría si en vez de sufrir el vejamen de permanecer generando adrenalina en situación de peligro a la salud, nos quedamos en casa. Total, comida no hay, agua y gas tampoco; electricidad y medicinas mucho menos.

Pienso en las redes sociales como la línea divisoria entre quienes se valen del anonimato para drenar, en una como catarsis, en el lenguaje más procaz frustraciones y odio ante lo que agobia al país. Sin embargo, que pasaría si en vez de mostrar las filas y los enfrentamientos, convocar a un paro de transporte, digamos, prolongado sin límite de tiempo, en señal de rechazo y desenmascarar a los traficantes de gasolina- El otro cartel de enchufados poniendo en situación de agonía a los que no pueden adquirir el producto por no disponer de dólares, dicho sea de paso, la mayoría.

En eso andamos los venezolanos 59 años después cuando la mujer del coronel dejara caer sobre el mapa de Venezuela, sin que ello fuere el propósito, la pesada lápida con epitafio tan elocuente.

«Nosotros ponemos el hambre para que coman los otros».

Deja un comentario